Según la Real Academia Española, el término «síndrome» es un «conjunto de síntomas característicos de una enfermedad». Los síndromes empresariales podríamos entenderlos como un conjunto de disfunciones que amenazan el buen desarrollo del negocio o de las personas implicadas en él. Algunos síndromes son gerenciales y otros laborales. ¡Existen muchos! Y, llevados al extremo, podrían acabar con la salud de la empresa.
Según palabras del presidente de Odgers Berndtson Iberia, José Medina, en un artículo publicado en Executive Excellence, algunos directivos muestran en sus organizaciones comportamientos sorprendentemente parecidos a los de Hamlet, el protagonista de la famosa tragedia de Shakespeare. También sus empresas se asemejan, a veces, al castillo de Elsinore: ambiente de exquisita educación, cortesía, ambigüedades y apariencias, junto a duda, desconfianza, disimulo, intrigas y venganzas propias del teatro de la vida. Por lo que hoy trataremos el síndrome de Hamlet.
Este síndrome afecta a los directivos que viven en un estado de duda permanente que limita sus decisiones. Normalmente, suelen tener aptitudes para el control y la explicación de los fallos. Sin embargo, suelen fracasar a la hora de tomar decisiones urgentes o, simplemente, trascendentes. Pierden la visión de que no solamente importa tomar la mejor decisión, sino también hacerlo en el momento adecuado. Es habitual que, para aprovechar su valía, estos directivos terminen fuera de la línea jerárquica. Pueden, por ejemplo, participar en departamentos de asesoramiento, análisis y consulta. Sin embargo, pueden tardar mucho en dar órdenes o en remitir reportes sensibles para la actividad de la empresa.
Características que reúnen los afectados por el síndrome de Hamlet:
-Perfil desdibujado e influenciable: en vez de que el líder maneje y gestione los eventos, éstos le manejan a él.
-Liderazgo débil, equipo disperso.
-Mensajes de inseguridad, ambivalencia y duda: a pesar de su inteligencia, el líder no acierta a integrar su pensamiento, sentimiento y acción, y a alinearlos con su toma de decisiones.
-Eterna reflexión y escasez de acción: excesiva necesidad de información y análisis, evaluando pros y contras, decisiones demoradas o tardías por miedo al fracaso y al éxito. Pierde grandes ocasiones y proyectos.
-Gestión reactiva y deficiente de las crisis: la falta de proactividad da lugar a la improvisación.
-Incapacidad de distinguir entre los amigos/enemigos.
-Demora del uso del poder: es rehén de muchos por demorar la acción y el uso del poder de que dispone.
En general, este síndrome se padece por miedo a la responsabilidad de tomar una decisión que puede ser acertada o errónea, pero que aún siendo acertada puede que no sea la que más. Tomar decisiones sí es correr riesgos, pero no tomarlas supone un riesgo mayor.